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Natalia ABOT-GLENZ
Vayamos, primero, a la sensación.
No a los textos de presentación , ni al perimido flyer, que se nos quedó allá lejos, en la vorágine última de los archivos de los viejos e-mail que ya nada tienen para decirnos .
No iremos tampoco, a los pretendidos postulados conceptuales que ni siquiera están, afortunadamente, de moda .
No vamos a alardear con el antiguo simulacro, ni la reivindicación de la “parodia” mal comprendida o peor traducida como “algo novedoso” .
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Natalia ABOT-GLENZ
Vayamos, primero, a la sensación.
No a los textos de presentación , ni al perimido flyer, que se nos quedó allá lejos, en la vorágine última de los archivos de los viejos e-mail que ya nada tienen para decirnos .
No iremos tampoco, a los pretendidos postulados conceptuales que ni siquiera están, afortunadamente, de moda .
No vamos a alardear con el antiguo simulacro, ni la reivindicación de la “parodia” mal comprendida o peor traducida como “algo novedoso” .
El primer impacto, la impresión directa, conduce a encontrarse fusionados con el hacer de esta artista.
Nos descubrimos imprevistamente abrazando un espacio, que más tarde disparará
en nuestras miradas y en nuestra mente las palabras :
gracia, frescura, juventud, desmaterialización, ritmos y alegría.
Estimo que son términos tan sencillos como profundos, que resguardan aún cierto
potencial de misterio, como amor, amistad y pasión, de difícil acceso para los
“observadores cultos”, mientras ontologizan todo sin dejar de nombrar a Heidegger
o invocar su nombre en vano , su obra hasta desgastar sus palabras y hacerles perder sentido.
Ellos discurren sobre el enorme supuesto potencial de la “pérdida de sentido”
en nuestra época, a la vez que terminan ocultando al autor y sus creaciones,
para dedicar el tiempo a “nombrarse” y ex - hibirse vía “Martin” . . .
“porque es escudo” .
Prefiero evocar-recordar la alegría sincera por ser y estar (como artista-en-el-mundo) ,
lo que presupone directamente abrazar un oficio.
Un hacer sin lo pretencioso - como a priori – preconcebido, ya etiquetado
( y como si fuera poco, lúdico ) que una obra debiera poseer ,
para representar todas las veces necesarias, con diferentes formatos,
las figuras de las concesiones impuestas .
Modelos previos, codificados, sumisos , que seguramente se incorporarían ,
según ciertos "diktats" , al "circuito" estéril, pequeño y mezquino delimitado
por algunos curadores o críticos que detentan un poder legitimador más imaginario
que real, siempre acotado a lo local, sin inserción o gravitación alguna a escala
internacional seria.
Dejemos “el debate” por el momento y volvamos al juego profundo,
en el sentido planteado por alguien de la envergadura de Jean Dubuffet en su época:
el del Arte como “Juego mayor del Hombre".
Esta demarcación descarta de plano lo lúdico de pacotilla, " taquillero" ,
tanto como a “la imagen de la semana” o “a la artista del mes “ …
que alimenta la actual omnipresente “Industria del Entretenimiento”,
para la revuelta “transgresora” y efímera de revista especializada de los sábados
o los domingos y sus domingueros .
Es que Natalia, nos ha propuesto en el marco de una exposición
muy bien montada, bien iluminada y distribuída, con los espacios, marcos y
"campos de aire" necesarios para la expansión de una obra seria, digna y responsable ,
una mirada sensible, aérea y plena en contrapuntos como muchas veces es deseable que sea dado en una exposición relevante, por su formatividad formante respaldada con una una buena selección y presencia de sus dibujos .
Contraste, y más ajustada aún, es la palabra contrapunto.
Sus llamados a Hokusai, sensibles y amorosos, la integran con el Maestro, más desde el espacio como ausencia generadora que desde la escritura libre o la literalidad primera del kanji , traducido por manos femeninas occidentales, ya que la ortogonalidad no está presente como marco contenedor.
Abot-Glenz nos propone " las cintas y las serpentinas libres “ que alegremente tienden a abrazar espacios, a develarlos, despojándolos de su parquedad , de su virtuosismo pseudo-surreal (pasado y re-visitado mil veces) al cual recurren algunos de sus contemporáneos que exponen como “novedad” , en paralelo, sus “obras prestigiosas” en sitios legitimadores de nuestra ciudad .
Natalia nos invita a fluir , en no-sitios evanescentes que por instantes recuerdan las fugas, el punto exacto de “L ´Amour Fugit” de Rodin que requiere siempre -para su interpretación-, ser desnudado del banco de datos figurativos, dejarse arrastrar por lo Figural, y quedarnos o dejarnos “congelar” emocionalmente por el instante preciso del corte nada lacónico de aquella mirada genial.
Sus estructuras rítmicas espaciales (si nos colocamos en la vía de una suerte de percepción , no sin la adecuada dosis de neo-estructuralismo traducido a las artes aplicadas, a su modo comunicacional actual , al material primero y acto seguido, a la materia elevada a la categoría de uno de los lenguajes supremos de la Humanidad) podrían sostenerse como precisamente estructuras que siempre dejan abierto el viejo debate entre forma contra estructura y viceversa : el acto de re-flexionar, de pensar, contraponer , y dilucidar quién es la antesala, el ágora o la “posibilidad” de la otra.
Ya por fuera de la discordia y el ejercicio de la teoría crítica de primer nivel, nos dejamos llevar nuevamente por sus rítmicas gesticulaciones espaciales. Si en otros instantes del recorrido de su obra, abandonamos “la verdad con su justificación filosófica” y nos entregamos a nuestra mirada, la que caería por ejemplo, sobre la tentación de seguir una curva y ver dónde cae por detrás , como en un clásico desnudo de Moore ... y vemos fácilmente, cómo el británico buscaba magistralmente aquella “reiteración esperada con tiempos disímiles y asimetrías expresivas “, que recaen en el estudio sabio de lo que natural era, en base “ a los datos del mundo fenoménico “ , en la posterior debida , acumulada , abstracción y asociaciones de formas más elaboradas en la yema de sus dedos , tangibles en un cuerpo, en una pareja, en un desnudo femenino recostado, quizás, como el que podemos apreciar en nuestro Museo Nacional de Bellas Artes.
Cabe remarcar una diferencia sustancial:
mientras en Moore el destino de la curva que recorremos termina abrazando un
largo proceso (el que le implicó ir de lo figurativo a lo abstracto, pasando previamente
por la “Matrix Picassiana” ) , en Abot no debiera buscarse el ritmo en tales términos pues nacen, si podemos decirlo así, desde la propia invención, desde su íntima relación con los elementos formales que le fueron dados a arriesgar, e históricamente hablando, desde la tercera generación ya de artistas abstractos en nuestro país. Hay al respecto, y ´contrastivamente aludiendo ´ , una imagen que en estos instantes me viene a la mente y es la de aquella obra del “ primer Picasso “ : “La Fillete à la Boule” (*)
(que posee y transmite una suerte de síncopa, algo de la sensación del contraste de “una roca contra una serpentina festiva ”), que arrastra asimismo, dicho sea de paso, pasteles tributarios a un de Chavannes evocador de la tradición arcádica , pastoral, a la vez que choca con ese carácter siempre potente y “ españolísimo “ , dado por la figura de la pareja de saltimbanquis, donde la "chavala" , llena de gracia, de soltura y destreza, aparece en franco contrapunto, con la masa de “la roca”, la severidad y austeridad de la figura de la derecha.
A Natalia, claro está, en este juego mayor, le toca encarnar el rol de “la sensualidad y la gracia de la serpentina” en relación al contrapunto que propuso la masculina figura picassiana en su momento.
Probablemente, esta suerte de articulación compositiva, con algo de “excavación histórica reciente” durante este relato, solo pueda comprenderse desde los contrarios espaciales con pirámides invertidas y tomadas por el vértice observables en un Oteiza (que enseñó en Buenos Aires durante su exilio forzoso) ; por momentos, en algunos de los “imbricados recovecos” de Chirino, pero no, con toda seguridad, en la “Luz Negra” de Chillida.
Es que claro (y no tan obviamente), la tactilidad de la mirada espacial dispone
tiempos de las líneas y perfiles en sus maderas ensambladas que, tal como cabe
a una joven del siglo XXI, no responden a los esfuerzos que debieron realizar aquellos
grandes Maestros de las vanguardias o ismos históricos para alcanzar un estadio de “abstracción” o de no– figuración, con el peso de la larga traducción que debieron realizar-afrontar destacados artistas : de Mondrian y Kandinsky -sin olvidar a Klee- , a los Maestros de Vuthemas o a un Rodchenko.
Si finalmente de asociar caprichosamente se trata, podríamos “regresar” a nuestra generosa y extendida América , regodearnos con Othake y su dinámica espacial, que no dista de la comprensión profunda de una espiritualidad de estas características y que nos es de gran potencial, para la dinámica de algunos planteos que estamos estudiando hoy en este seminario.
Más cerca nuestro, debiéramos recordar dónde hace nacer la curva Laura Massoni, en su traducción y conocimiento espacial de la escultura hacia la pintura, especialmente en aquellas obras de los ´90, donde el espacio es el protagonista.
Si sumamos y no restamos aquí tenemos una sucesión de tiempos, que sólo cuando se analizan con paciencia los perfiles debidos, envolventes - expresados en la trama escultórica- sumado a la cadencia y sus sutilezas, abren el camino a aquella brecha que desafía tanto a la tectonicidad académicamente entendida , como a lo gravitacional de una plomada de escultor clásico. Esta posibilidad de vuelo, de altura, de flujo y generosidad, son una fiesta para el espíritu, de quien esté dispuesto a danzar junto a los ritmos y contrapuntos de Natalia.
Tuve la fortuna de estar tres veces de visita en esta exposición: dos, dialogando en silencio, con tiempo, con las formas, la luz y el espacio. Fue todo un privilegio. La contemplación " lenta " , pausada, junto al goce sano, honesto, se ha hecho carne, en el sitio preciso, ( en el lugar como artista y hacedor con cierto nivel de conciencia requerido para , de cara a lo que uno es y hace) lograr una observancia de la obra, desde dentro de la obra, sin necesidad de apropiarse de "miradas inatentas" ; es decir, ver desde la parte secreta de una escultora que es intimista y contraria a la mediocre y banal espectacularidad propuesta por muchos de sus contemporáneos quienes no tardarán en desaparecer en el falso fervor del “exitismo requerido o impuesto”; o de ir más allá de las dos temporadas que coyunturalmente la sociedad, los medios y la cultura de la anestesia local les han dedicado y en la cual han creído.
Unas líneas más, sugiere y reclama el material.
La madera en las piezas de Natalia (e insisto, en el sabio manejo de la temporalidad de las mismas a la hora de convertirse en espacio también), la “ soportable ingravidez del ser “ , como el encontrar los perfiles y el sitio donde “caen a tierra” y “ el dónde” las emplaza, nos “hablan” de una cierta maestría .
Recuerdan : esfuerzo y mucho estudio .
Signan una sensibilidad , un saber hacer, que sólo es comparable con la sapiencia de algunos pocos de nuestros Grandes Maestros, como lo son Macchi, Blaszko y, no mucho antes un Lucio Fontana .
No hay que temer a la palabra TRADICIÓN bien entendida.
Menos, a IDENTIDAD.
Estimo, modestamente hablando y escribiendo desde la postura de quien hace en arte,
que se trató de una de las mejores exposiciones que nos han sido dadas a contemplar en este inicio de temporada en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires.
Queda “el formato de archivo de una expo” para la epidermis de los sempiternos insatisfechos, pensar que las dimensiones debieran ser mayores (son los que confunden monumentalidad con gigantismo o espectacularidad-especular-hedonista) ;
que el material, debiera ser acero o hierro de fragua ancestral, como para acercar el dominio de la materia, del material, a aquellas producciones dignas de los países de metálica tradición industrial, y que podrían tener como referentes a un Venet en Francia “a la defensiva” en su monotonía rítmica y letargo, en “La Défense” de Paris.
No estoy de acuerdo.
La grandeza, la generosidad y la dignidad de algo que mal interpretado, se consideraría “artesanal” es precisamente lo que da un fragmento álgido de la dimensión INTIMIDAD, contrastando, una vez más, con la parafernalia, el griterío y el despliegue pseudo-tecnológico que esta obra no necesita, para signar una poética aérea, vital, joven y audaz. Estamos, estoy, del lado de la gracia del vuelo, y en la vereda de la severidad que un entorno no muy adecuado, ni mejor cuidado en sus aspectos más elementales, termina violentando brutalmente la fineza de lo que ha sido llamado a ser Arte con mayúsculas. Si deseo ubicarme mejor, me coloco en el centro del medio (como hubiera sostenido Matta) , allí, en el puente, “en la relación” , en el “entre fuerzas" y conjunciones, como observador inocente, sitio de tensión corporal pleno , que permite hacer ver y sentir con los ojos cerrados.
G. C. / BUENOS AIRES / Otoño de 2010
(*) Pablo PICASSO ,
“Fillete à la boule” , 1905 / 147 x 95 cm /
Musée Pouschkine , Moscú.
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